Edad de los Metales
La Edad de los Metales es una de las dos grandes etapas
tecnológicas en las que tradicionalmente se ha subdividido la Prehistoria euroasiática. Por definición, es el
período que siguió a la Edad de Piedra y durante el cual el hombre empezó a
fabricar objetos de metal fundido. La existencia de procesos metalúrgicos es indispensable para establecer la
adscripción de una cultura
arqueológica a esta etapa, ya que los metales nativos eran trabajados
por martilleado desde las fases iniciales del Neolítico.
Siguiendo este criterio, la Edad de los Metales comenzaría con las primeras evidencias
de fundición del cobre, que son del VI
milenio a. C. (en Anatolia y los montes Zagros)
y acabaría con la progresiva entrada en la Historia de cada región (en Europa esto se produjo durante el I
milenio a. C.). En Mesopotamia y Egipto coincide ya con el desarrollo de la escritura y por tanto la metalurgia allí es
plenamente histórica.
Los primeros
indicios de metalurgia en Europa proceden del área de los Balcanes, a mediados del V milenio a.C. y son
de origen autóctono. Para el resto del continente las evidencias aparecen
durante la segunda mitad del IV milenio a.C., aunque su generalización y el
consecuente abandono de la piedra como elemento básico para la fabricación de
artefactos sólo se produjo con la llegada del hierro. Aunque en el Egipto faraónico, por la
escasez de materia prima, esta sustitución nunca se produjo.
Dado que no
existen rupturas en el desarrollo de las tecnologías metalúrgicas entre la Prehistoria, la Protohistoria y la Historia, en este artículo se incluyen procesos
que se dieron en periodos claramente históricos.
Edad de Bronce ( 3 000 - 1 500 a.c )
El bronces es resultado de la aleacion de cobre (90%) + estaño (10%) aproximadamente , obteniendose un metal mas duro y resistente
El bronces es resultado de la aleacion de cobre (90%) + estaño (10%) aproximadamente , obteniendose un metal mas duro y resistente
Aparición del primer Estado, la primera autoridad política.
La organización social se ha hecho más compleja que en los poblados neolíticos. Desaparición de la igualdad social
Surge en el Creciente Fértil hacia el IV milenio a. C
El
bronce se origina en la actual Armenia, en torno al año 2800 a.C., pero
tambien simultáneamente en la India, Irán, Sumeria y Egipto. Hacia el
2400 a.C. llega al Egeo y hacia el 1700 a.C. a Europa.
En Europa
central se introdujo hacia el año 1800-1600 y se desarrolla hasta el 700
a.C. En este periodo se generalizan las construcciones megalíticas.
El mar Egeo es un área de intenso comercio del bronce.
El cobre, junto con el oro y la plata, es de los primeros
metales utilizados en la Prehistoria, tal vez porque, a
veces, aparece en forma de pepitas de metal nativo. El objeto de cobre más
antiguo conocido hasta el momento es un colgante oval procedente de Shanidar (Irán), que ha sido datado
en niveles correspondientes al 9500 a. C., o sea, a principio
del Neolítico Sin embargo, esta
pieza es un caso aislado, ya que no es hasta 3000 años más tarde cuando las
piezas de cobre martilleado en frío comienzan a ser habituales. En efecto, a
partir del año 6500 a. C., en varios yacimientos
se han encontrado piezas ornamentales y alfileres de cobre manufacturado a
partir del martilleado en frío del metal nativo, tanto en los Montes Zagros (Ali Kosh en Irán), como en la meseta deAnatolia (Çatal Hüyük, Çayönü o Hacilar, en Turquía).
Varios siglos después se descubrió que el
cobre podía ser extraído de diversos minerales (malaquita, calcopirita, etc.), por medio de
la fusión en hornos especiales,
en los que se insuflaba oxígeno (soplando por largos tubos o con fuelles) para
superar los 1000 °C de temperatura. El
objeto de cobre fundido más antiguo que se conoce procede de los Montes Zagros,
concretamente de Tal-i-Blis (Irán), y se data en el 4100 a. C., junto a él se
hallaron hornos de fundición, crisoles e incluso moldes.
La técnica de fundición del cobre es
relativamente sencilla, siempre que los minerales utilizados sean carbonatos de cobre extraídos de
algún yacimiento metalífero; la clave está en que el horno alcance la
temperatura adecuada, lo cual se conseguía inyectando aire soplando o con
fuelles a través de largas toberas. Este sistema se denomina «reducción del
metal». Se mezclaba el mineral triturado, por ejemplo, malaquita (carbonato de
cobre), con carbón de leña. Con el calor las impurezas van liberándose en forma
de monóxido y dióxido
de carbono,
reduciendo el mineral a un cobre relativamente puro; al alcanzar los
1000 °C, el metal se licúa depositándose en la zona inferior del horno. Un
orificio en el fondo del horno permite que el líquido candente fluya hacia el
exterior, donde se recoge en moldes; parte de la escoria queda en el horno y
las impurezas del mineral flotan en el metal fundido,
por lo que es fácil eliminarlas con un utensilio llamado escoriador.
Como el cobre podía volver a fundirse muchas
veces, éste solía convertirse en lingotes, a veces con una forma peculiar (como
los del Mediterráneo oriental, que recuerdan al pellejo de un animal), para
luego fabricar diversos objetos por fusión y colado en moldes. El cobre es muy maleable y dúctil, podía martillarse
en frío o en caliente, con lo que se duplicaba su consistencia y dureza. En
cualquier caso, resultaba imposible eliminar todas la impurezas del cobre,
pero, mientras que algunas eran perjudiciales, como el bismuto, que lo hace
quebradizo, otras eran beneficiosas, como elarsénico, que reduce la
formación de burbujas en su fundición, pues impide la absorción de gases a
través de los poros del molde, asegurando un producto de mejor calidad. El
cobre con alto contenido natural en plomo es más blando, lo
cual puede ser una ventaja para fabricar recipientes por medio del martilleo de
una plancha en forma de disco, curvándola en forma cóncava, para elaborar
calderos o cuencos; incluso podía ser repujado. Algunos
metalurgistas consideran que estos cobres con impurezas beneficiosas son, en
realidad, «bronces naturales».
La técnica del cobre no tardó en difundirse
por todo el Próximo Oriente, coincidiendo con el
nacimiento de las primeras civilizaciones históricas de la zona, principalmente Sumeria y el Antiguo Egipto; pero muchos
estudiosos consideran que pudo inventarse en fechas muy parecidas en otras
partes del Viejo Mundo. Concretamente en Europa hay un avanzado
núcleo calcolítico en los Balcanes que incluye ocasionalmente objetos de
cobre fundido entre sus hallazgos del IV
milenio a. C. (cultura Gulmenita) y todo parece
apuntar hacia una invención local. Durante el siguiente milenio y también con
carácter autóctono, se detectan
procesos metalúrgicos en poblados fortificados del sur de la península
Ibérica,
como Los Millares o Vila
Nova de Sao Pedro. Estos primeros
metales se difundieron por la Europa central y mediterránea durante el III milenio a. C., asociados al vaso campaniforme y a la cerámica cordada.
En Asia central u oriental no puede hablarse
de una Edad del Cobre con entidad suficiente, dada su corta duración, ya que el
desarrollo de la metalurgia en lugares como la India o China comenzó realmente con
el bronce.
El bronce ( 3 000 - 1 500 a.c )
El bronce es el resultado de la aleación de cobre y estaño en una proporción
variable (en la actualidad se le añaden otros metales como el zinc o el plomo, creando los
llamados bronces complejos). La cantidad de estaño podía variar desde un 3% en
los llamados «bronces blandos», hasta un 25% en los llamados «bronces
campaniles» (a mayor cantidad de estaño, más tenacidad, pero también menos maleabilidad): en la Prehistoria
la cantidad media suele rondar el 10% de estaño. Se supone que fueron los egipcios los primeros en
añadir estaño al cobre, al observar que éste le daba mejores cualidades, como
la dureza, un punto más bajo de fusión y la perdurabilidad (ya que el estaño no
se oxida fácilmente con el
aire y es resistente a la corrosión). Además el bronce
es reciclable, pudiéndose fundir varias veces para obtener nuevos objetos de
otros ya desechados. La técnica de trabajo del bronce es virtualmente idéntica
a la del cobre, por lo que no vamos a incidir en ello (la única dificultad
reside en exceder la temperatura adecuada, lo que podría provocar que el
mineral se echase a perder por oxidación). A título de
comparación se pueden confrontar el cobre puro, el cobre arsenical y el bronce
(con un 10% de estaño) en la tabla de correspondencia que muestra la dureza relativa de
los metales:
El empleo del bronce se inició en Mesopotamia. Coincidiendo con la
transición del III milenio a.C. al II en el Próximo Oriente se implantó la
aleación de bronce y se establecieron las bases de las primeras sociedades
estatales complejas, que comenzaron a generar una gran demanda de estaño. Los metalúrgicos de
estas áreas, para satisfacer ésta y la de otros metales preciosos, debieron de
convertirse también en exploradores (a la búsqueda de minas) y comerciantes
(que ofrecían sus productos a cambio de las preciadas materias primas). Los sumerios (y sus sucesores),
por ejemplo, carecían por completo de minerales metálicos y se sospecha que los
importaban de los montes Zagros (donde se había desarrollado el imperio Elamita, con capital en Susa) y del Cáucaso(donde abundan la malaquita y la casiterita).
Los antiguos egipcios obtenían la mayor parte
del cobre de las minas de Timna, en Aravá, junto al
desierto del Néguev, aunque
sus relaciones comerciales se extendieron por algunas regiones africanas y por
todo el Egeo, penetrando en Europa (piezas de procedencia egipcia aparecen por
todo este contiente evidenciando algún tipo de intercambio).
Los habitantes de Siria, Palestina, Anatolia
y el Egeo dirigieron sus expediciones hacia Europa, remontando el Danubio en busca del estaño
de Bohemia y Hungría; o bordeando el
Mediterráneo hasta el sur de la península Ibérica, donde obtuvieron el cobre argárico. Es
posible que siguieran por el Atlántico hasta alcanzar las islas
Británicas,
en busca del cobre y el estaño de Cornualles y el oro de Irlanda. Así, en el segundo milenio antes
de nuestra era,
casi toda Europa entró en la Edad del Bronce. El bronce europeo se caracteriza,
en un principio, por una gran varidad de culturas, algunas de las
cuales comparten denominadores comunes, como la construcción de túmulos
funerarios. Sería muy tedioso citarlas todas, pero cabría destacar, en Europa central, los complejos
tecnológicos de Unetice, de los Túmulos y de los Campos de Urnas, que, a pesar de sus
evidentes diferencias, parecen compartir cierta continuidad cultural. También
habría que mencionar la ibérica de El Argar y todas aquéllas que
se desarrollaron en la cornisa atlántica, cuya idiosincrasia pervivió hasta
épocas históricas.
Por lo que respecta a Asia central, se ignora
si la metalurgia del bronce fue inventada allí independientemente o fue una
importación desde Mesopotamia. En Pakistán, la Edad del Bronce
se inició con la cultura del valle del Indo (desde mediados de III milenio hasta mediados del II milenio a. C.), que carecía por
completo de fuentes de abastecimiento mineral. De hecho, se sospecha —por la
escasez de objetos de bronce y cobre hallados en yacimientos como Harappa o Mohenjo-Daro,
y por el retraso en las fechas respecto a otros pueblos del oeste— que —a pesar
de su alto grado de desarrollo— dependían de sus contactos con los elamitas del oeste y, a través
de ellos, con los mesopotámicos. Así parecen demostrarlo algunos objetos
procedentes del Indo encontrados en la
región de Diyala, en el valle
del Tigris, y varias tablillas
escritas de Larsa (datadas en el 1950 a. C. ). No es seguro, pero
parece ser que de ellos tomaron técnicas tan desarrolladas como la utilización
de moldes bivalvos, los remaches y las soldaduras para fabricar piezas complejas
e incluso el moldeo a la cera perdida, antes del 2000 a. C.
El proceso peor conocido es el de China: se sabe que desde
fines del IV
milenio a. C. fundían cobre
arsenical, aunque las piezas eran extremadamente raras (de hecho, no se
considera una Edad del Cobre en China, sino que se pasaría directamente del
Neolítico al Bronce). Aunque la metalurgia llegó con varios milenios de retraso
al extremo Oriente se sospecha que pudo
ser inventada independientemente de la del Próximo Oriente, por la originalidad
de las técnicas, a veces muy diferentes a las de los pueblos del oeste. La
primera cultura de la Edad del Bronce es la que se denomina Erlitou, del II milenio a. C.,
relacionada con la mítica dinastía Xia (si bien, esto es muy
discutible): las antiguas leyendas chinas relatan que el primer rey de esta
legendaria dinastía,Yu
el Grande (III milenio a. C.),
fue un gran fundidor de calderos trípodes ceremoniales de bronce, y agradaban
tanto a los dioses que le otorgaron la victoria sobre sus enemigos. Fuere o no
cierto, aunque Erlitou sea una cultura sin escritura, supone la transición a
Historia de este país y, entre sus creaciones, ya aparecen los prototipos de
vasijas ceremoniales de bronce utilizados durante toda la antigüedad por los
chinos (sobre todo los calderos circulares de tres patas o cuadrados de cuatro
patas llamados li-ting que servían para para la carne y una
innumerable variedad de vasijas para bebidas, por ejemplo las grandes copas
llamadas ku o los calderos yeou...).
A Erlitou le sucede la época Shang (1600 a. C.
- 1046 a. C.) durante la cual, en un proceso asombroso, los chinos se
pusieron a la altura de cualquier otra región en la metalurgia del bronce. Las excavaciones de
una de las capitales del reino, la ciudad de Anyang, han puesto
al descubierto dos grandes talleres de fundición con hornos capaces de alcanzar
temperaturas muy superiores a las necesarias, pero también con sistemas para
controlar la inensidad del calor. Así elaboraron vasijas rituales, hachas,
puñales, cascos, armas y armaduras de gran maestría. Muchas de estas piezas
estaban destinadas a las tumbas reales de sus alrededores, ya que éstas han
deparado numerosos objetos ceremoniales de bronce de depurada factura. Los
calderos li-ting y las vasijas de bebida con formas
zoomorfas son las obras metalúrgicas más originales de la antigüedad china,
alcanzando su apogeo al final de la época Shang, desde el 1300 a. C. Sus sucesores los Zhou continuaron la tradición de los vasos
rituales que, durante mucho tiempo, se pensó que estaban fabricados por medio
de la «cera perdida». Sin embargo, recientes investigaciones han demostrado que
los chinos desconocían esa técnica, y que para sus obras maestras utilizaban
complicados moldes de arcilla formados
por varias partes tan bien ensambladas que no dejaban marcas en las junturas
(algunos de más de diez piezas). No hay dos obras iguales porque los moldes se
rompían para extraer los bronces.
Sin embargo, según parece, los objetos de
bronce chinos estaban reservados a las élites, pues se han encontrado muy pocas
herramientas y muchísimas armas y objetos de culto. Esta situación perduró
hasta la generalización del hierro.
El hierro (1 500 a.c )
El hierro es el cuarto elemento
más abundante la corteza terrestre, sin embargo, su
utilización práctica comenzó 7000 años más tarde que el cobre y 2500 años
después del bronce. Este retraso no se debe al desconocimiento de este metal,
puesto que los antiguos conocían el hierro y lo consideraban más valioso que
cualquier otra joya, pero se trataba de «hierro meteórico», es decir,
procedente de meteoritos. El hierro meteórico
era conocido tanto en Eurasia como en América (descrito más adelante).
Aunque durante milenios no hubo tecnología
para trabajar minerales ferrosos, en el III milenio a. C. parece que algunos lo
consiguieron: en las ruinas arqueológicas de Alaça Hüyük (Anatolia)
aparecieron varias piezas de hierro artificial, entre ellas un alfiler, una
especie de cuchilla y una espléndida daga con la empuñadura de oro. En el
segundo milenio destacan un hacha de combate descubierta en Ugarit y, de nuevo, una daga con la hoja de
hierro y una exquisita empuñadura de oro, que formaba parte del ajuar funerario
de la tumba de Tutankamón.
Las materias primas de estos primeros herreros debieron ser minerales como el hematites, limonita o magnetita, casi todos óxidos de hierro que ya eran
utilizados para otros fines en la Prehistoria, por ejemplo para ayudar a
eliminar impurezas de la fundición del cobre o como colorantes. De hecho se
sospecha que en los hornos de fundición de cobre y bronce pudieron generarse
pequeños residuos de hierro casi puro, a partir de los cuales comenzaría el
conocimiento de la verdadera siderurgia. Hay antiguos
hallazgos de hierro fundido por el hombre desde Siria a Azerbaiyán. Pero ninguno revela
cómo fueron obtenidos ni las técnicas usadas. No se conservan ruinas de
talleres, ni herrerías, por lo que se ignora de dónde proceden estos objetos, o
dónde «se inventaron».
Por textos escritos en tablillas cuneiformes
se sabe que los Hititas fueron los primeros
en controlar e, incluso, monopolizar los productos de hierro fabricados a
mediados del 2º milenio. Enviaban sus objetos a los egipcios, sirios, asirios,
fenicios... Pero su producción nunca fue abundante. De hecho, muchos de los
envíos eran regalos con finalidad diplomática, pues el hierro era diez veces
más valioso que el oro y cuarenta veces más costoso que la plata. Cuando el Imperio
Hitita fue destruido por los Pueblos del mar, hacia el 1200 a. C., los herreros se
dispersaron por Oriente Medio, difundiendo su tecnología: de este modo comienza
la Edad del Hierro en el Próximo Oriente.
Fabricar hierro seguía un procedimiento muy
distinto al del cobre y el bronce (para empezar el metal no se licuaba),
primero porque había que conseguir hornos con gran capacidad calórica: el
mineral machacado debía estar totalmente rodeado de carbón de leña (que se
consumía en enormes cantidades) y numerosos fuelles que, a través de toberas,
insuflaban oxígeno continuamente. El mineral debía ser precalentado en un horno
y por medio de golpes se eliminaban algunas impurezas; luego se llevaba al
estado incandescente, en un segundo horno, hasta obtener una masa denominada hierro esponjoso, altamente impuro,
por lo que volvía a ser golpeado en caliente para refinarlo. Después de un
largo y repetitivo proceso de martilleo y calentamiento, evitando que el hierro
se enfriase, se obtenía una barra forjada, bastante pura,
resistente y maleable. Para las armas y ciertas herramientas, el hierro se templaba enfriándolo bruscamente en agua, lo que
provocaba cambios de la estructura molecular y una mejor absorción
de carbono. Los testimonios más antiguos del proceso de templado del hierro
candente se han hallado en Chipre y datan de 1100 a. C. Evidentemente, las
instalaciones y herramientas de los herreros eran muy diferentes a las de los
broncistas. El bronce siguió siendo un metal esencial para las antiguas
culturas, sirviendo en campos diferentes en los que no se podía o no se sabía
aplicar la tecnología del hierro.
El hierro es más abundante, que el cobre y,
por supuesto, que el estaño; y, una vez dominada la técnica, más barato que el
bronce. Cuando los hititas desaparecieron y sus artesanos se dispersaron, la
producción de este metal aumentó considerablemente en todo el Próximo Oriente y
los centros siderúrgicos se extendieron hasta el Egeo, Egipto e incluso Italia
por el oeste; hacia Siria y Mesopotamia por el sur, hacia Armenia y el Cáucaso
por el norte, y hacia las grandes civilizaciones asiáticas por el este.
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